Abraham Maslow explica, en su pirámide del hombre autorrealizado, que una vez cubiertas las necesidades biológicas primarias (comer, dormir, descansar,…) podemos esforzarnos en satisfacer las necesidades de seguridad (salud, familia, física, …) y más tarde las de afiliación (amistad, el afecto), de reconocimiento (confianza, el respeto, el éxito) y, finalmente, las de auto-realización.

En algunas sociedades poco avanzadas los objetivos son, en su mayoría, primarios: conseguir comida, la seguridad física, protección de la familia, sin embargo … como las sociedades avanzan, los objetivos están cambiando y cada vez son más abstractos, más cognitivos y más cambiantes: la auto-realización, el reconocimiento social, … por lo que es normal que comience a aparecer más problemática a este nivel ya que el esfuerzo es menos físico y más mental (como la sociedad cambia cada vez más rápido, hay más estímulos que necesitamos atender, el nivel de formación que se requiere para acceder al mercado laboral es cada vez mayor, la competencia, las nuevas tecnologías …)

Cuando una persona comienza a sentirse mal, en el plano mental, puede percibir diferentes síntomas: llanto frecuente, apatía, pensamientos obsesivos, ansiedad, estrés, imsonmio, etc. pero las características que decidirán que esta persona busque ayuda es el malestar percibido, es decir, el grado en que este problema incide en su vida, si repercute en su trabajo, en su pareja, en sus momentos de soledad, … y la flexibilidad o adaptabilidad cognitiva, es decir, la resistencia al cambio en su propia vida (despidos laborales, la muerte de un familiar, la separación de la pareja, …)

En conclusión, cuando una persona siente que un problema lo desborda, que pierde el control sobre el mismo y que está interfiriendo negativamente en su vida laboral y familiar, es un buen momento para consultar a un profesional de la salud mental y recuperar, así, el control en el manejo de su problema y de su vida.

Antes de terminar me gustaría explicar que, el acudir a un psicólogo, proporcionará un alivio sintomático, pero siempre a posteriori de un esfuerzo, de una disciplina. La tarea del psicólogo es escuchar, sí, pero para reeducar, para someter los pensamientos del paciente a pruebas de realidad objetivas y devolvérselos reformulados y más realistas,  restaurando de esta manera, su estado de bienestar. Aquí comienza el trabajo diario del paciente, la toma de conciencia sobre los pensamientos que su mente genera y el esfuerzo para introducir otra nueva forma de pensar, para que, poco a poco, pueda desarrollar unos nuevos esquemas mentales más adaptados al entorno.

Todo lo importante en la vida requiere un esfuerzo, siempre.